sábado, 2 de noviembre de 2019

LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA


"Jesús, al llegar, se encontró con que ya hacía cuatro días que habían sepultado a Lázaro. Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, y muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. Marta dijo a Jesús:
– Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas.
Jesús le contestó:
– Tu hermano volverá a vivir.
Marta le dijo:
– Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último. 
Jesús le dijo entonces:
– Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto?
Ella le dijo:
– Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."


"La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero
hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos, en cuanto hermanos nuestros sencillos, corrientes y molientes, como nosotros mismos quizá.
Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en el recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, tal vez como una necesidad psicológica para poder sobrevivir sanamente.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de «solidaridad» al fin y al cabo el orar por los difuntos, para sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.
• En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de la responsabilidad personal de cada uno, con total imparcialidad, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como "argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima...");
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos...; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios; en realidad es innecesaria...;
-no rezamos para «cambiar a Dios», sino para cambiarnos a nosotros mismos...;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; vida eterna, como todo el lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. (Koinonía) 

1 comentario:

  1. "Jesús, al llegar, se encontró con que ya hacía cuatro días que habían sepultado a Lázaro. Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, y muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. Marta dijo a Jesús:
    – Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas.
    Jesús le contestó:
    – Tu hermano volverá a vivir.
    Marta le dijo:
    – Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.
    Jesús le dijo entonces:
    – Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto?
    Ella le dijo:
    – Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."

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