martes, 10 de diciembre de 2019

CAMINOS EN EL DESIERTO


"Vuestro Dios dice:
“Consolad,a consolad a mi pueblo;
hablad con cariñob a Jerusalén
y decidle que su esclavitud ha terminado,
que ya ha pagado por sus faltas,
que ya ha recibido de mi mano
el doble del castigo por todos sus pecados.”


Una voz grita: 
“Preparad al Señor un camino en el desierto, 
trazad para nuestro Dios
una calzada recta en la región estéril.
Rellenad todas las cañadas,
allanad los cerros y las colinas,
convertid la región quebrada y montañosa
en llanura totalmente lisa.
Entonces mostrará el Señor su gloria,
y todos los hombres juntos la verán. 
El Señor mismo lo ha dicho.” 


Una voz dice: “Grita”,
y yo pregunto: “¿Qué debo gritar?”
“Que todo hombre es como hierba,
¡tan firme como una flor del campo!
La hierba se seca y la flor se marchita 
cuando el soplo del Señor pasa sobre ellas.
Ciertamente la gente es como hierba.
La hierba se seca y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece firme para siempre.” 


Súbete, Sión, a la cumbre de un monte;
levanta con fuerza tu voz
para anunciar una buena noticia.
Levanta sin miedo la voz, Jerusalén, 
y anuncia a las ciudades de Judá:
“¡Aquí está vuestro Dios!” 
Llega ya el Señor con poder,
sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo.
Trae a su pueblo
después de haberlo rescatado. 
Viene como un pastor que cuida su rebaño;
levanta los corderos en sus brazos,
los lleva junto al pecho
y atiende con cuidado a las recién paridas." 

Seguimos con el profeta Isaías. Dios nos invita a abrir caminos en el desierto. Es decir, a luchar contra viento y marea, para establecer el Reino. Se trata de luchar por la justicia, sabiendo que no somos nada. Hierba que hoy existe y mañana está seca. Siguiendo el ejemplo de Jesús que viene como un pastor y que en el evangelio se nos presenta marchando tras la oveja perdida.
"La deportación a Babilonia significó la catástrofe más estrepitosa de la historia para el pueblo de Dios; aquella nación la entendió como castigo a sus pecados. Pero un día todo cambió, y una voz profética anunció el retorno a la tierra de los padres: había que preparar el camino. Preparación es quizá la palabra con menos eco en nuestros medios. Somos buenísimos improvisando. Preparar significa nutrir una visión de mediano y largo plazo. No dejar que la pereza y desidia se adueñen de nuestras disposiciones con eso de que “nadie sabe lo que va a pasar en el futuro” Dejemos de agobiar a la Providencia responsabilizándola de nuestras irresponsabilidades: "Ya estaría de Dios", “Si Dios quiere…” y frases parecidas. Adueñarse de la historia, preparar, mirar el futuro que Dios coloca en nuestras manos, como Isaías recomienda. ¡A levantar cabeza y a trabajar! La justicia y el derecho abren la brecha. Algo nuevo y bueno se avecina, es un adviento. Dios se apresta a consolar a su pueblo. ¿Dónde están los lastimados? "(Koinonía)

No hay comentarios:

Publicar un comentario