sábado, 1 de julio de 2023

LA SALVACIÓN ES PARA TODOS

  


Al entrar en Cafarnaún, un centurión romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo:
– Señor, mi asistente está en casa enfermo, paralítico, sufriendo terribles dolores.
 Jesús le respondió:
– Iré a sanarlo.
– Señor –le contestó el centurión–, yo no merezco que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.
 Al oir esto, Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían:
– Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, los que deberían estar en el reino serán arrojados a la oscuridad de fuera. Allí llorarán y les rechinarán los dientes.
 Luego Jesús dijo al centurión:
– Vete a tu casa y que se haga tal como has creído.
En aquel mismo momento, el criado quedó sanado.
 Jesús fue a casa de Pedro, donde encontró a la suegra de este en cama, con fiebre. Le tocó Jesús la mano y la fiebre desapareció. Luego se levantó y se puso a atenderlos.
 Al anochecer llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas. Con una sola palabra expulsó a los espíritus malos, y también curó a todos los enfermos. Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.”

"Hoy va de fe la cosa. El centurión nos da otra lección de lo que significa creer. “Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano.” Cada día, en la Misa, recordamos estas palabras. A Jesús le impactó esa fe. En Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Y mira que Jesús se movió por toda Israel, y se encontró con mucha gente. Al criado del centurión le fue bien. Es bueno tener jefes así.
Algo sintió ese hombre, cuando se acercó de esa manera a Jesús. Hay otros ejemplos, como los de los ciegos que gritaban al borde del camino, o la parábola del juez inicuo, donde la viuda no dejaba de insistir, hasta que recibió lo que pedía. Son verdaderas joyas del evangelio. Nos hablan del regalo que supone la fe, un regalo universal.
Ahora bien, como todo regalo, es necesario que lo recibamos. Es necesario aceptar ese regalo maravilloso que Dios nos da constantemente. Y, además, aceptar todos los entrenamientos que Dios hace a nuestra fe, para que ésta vaya fortaleciéndose y un día sea recompensada con un regalo que es el objeto mismo de nuestra fe y de nuestra esperanza: la Vida Eterna en Dios.
Hay otro tema en la Liturgia de este día: la salvación es para todos, judíos y no judíos. Lo cierto es que Dios eligió al pueblo de Israel para asignarle un papel primordial en la historia de la salvación. Los israelitas serían los primeros en recibir el llamado a la salvación. Pero luego la salvación se extendería a todo pueblo, raza y nación. La elección de Israel no significa, entonces, el rechazo a otros pueblos.
Y sería bueno que no olvidemos una cosa principal. Las enseñanzas contenidas en la Palabra de Dios tienen, por supuesto, un destino comunitario, dirigida a toda la asamblea del Pueblo de Dios, pero también son una llamada personal e individual a todos y cada uno de nosotros. Y así, hoy, podríamos pensar que las enseñanzas que Jesús nos ofrece en esta Palabra son solo para un grupito elegido, mientras que realmente nos está diciendo que salgamos a evangelizar, de palabra y con nuestras obras; que nuestra base de conocimiento de la doctrina cristiana sea el principio de la conversión de todos los que están a nuestro alrededor y alejados de Cristo. Y es una llamada personal que el Señor nos hace. Estamos invitados al banquete. Hay para todos y sobra, pues es el Señor el que lo ha preparado. Si somos capaces de entenderlo, entonces la parroquia no estará entre las cuatro salas de catequesis; la parroquia estará junto al sagrario, en la sala de catequesis, en el mercado, en cada hogar, en la junta de vecinos, en el bar, junto a la cama del enfermo y en el entierro. Tengámoslo en cuenta."
(Alejandro Carbajo, cmf, Ciudad Redonda)

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