miércoles, 5 de julio de 2023

MIEDO A LA BONDAD

  


Cuando llegó Jesús a la otra orilla del lago, a la tierra de Gadara, salieron dos endemoniados de entre las tumbas y se acercaron a él. Eran tan feroces que nadie podía pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar:
– ¡No te metas con nosotros, Jesús, Hijo de Dios! ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?
 A cierta distancia estaba comiendo una gran piara de cerdos, y los demonios rogaron a Jesús:
– Si nos expulsas, déjanos entrar en aquellos cerdos.
 – Id – les dijo Jesús.
Los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y al momento todos los cerdos echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y se ahogaron.
 Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y al llegar al pueblo contaron lo sucedido, todo lo que había pasado con los endemoniados. Entonces salieron los del pueblo al encuentro de Jesús, y al verle le rogaron que se fuera de aquellos lugares.

Jesús los libra del mal y ellos le piden que se vaya. Jesús les propone la bondat y ellos, al perder a los cerdos, tienen miedo de quedarse sin nada. Ciertamente Jesús nos pide que abandonemos muchas cosas. Concretamente, dejarlo todo para seguirle. Preferimos aferrarnos a lo que tenemos? El mal se irá con todo ello, pero nosotros tememos perderlo todo. Seguir a Jesús es abandonarnos en sus brazos. Quedarnos sólo con Él.

La historia de los endemoniados del evangelio de hoy es una historia de miedos e inseguridades. Es una historia de egoísmo y de miopía. O, si se prefiere, es una parábola sobre la gestión de los recursos. Digamos que los de aquel pueblo se habían hecho, consciente o inconscientemente, una reflexión que podría ser más o menos así: tenemos que sobrevivir –la vida en aquellos tiempos era muy dura, mucho más que hoy– y defendernos de los peligros que nos amenazan. Por una parte están esos endemoniados. Son hermanos nuestros, son de nuestro clan, son de nuestra familia, pero se han vuelto peligrosos. Por otra parte, está la necesidad de comer todos los días. No tener lo suficiente para comer es ver acercarse la muerte para el pueblo. La piara, los cerdos, son el seguro de vida que tenemos. Conclusión (no es difícil): los endemoniados son peligrosos pero podemos evitar el riesgo si no nos acercamos a ellos. Lo más importante es cuidar los cerdos.
Al final es lo mismo que dijo Caifás, el Sumo Sacerdote, cuando estaban juzgando a Jesús: “Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación” (cf. Jn 11,49-50). Solo hay un pequeño detalle que subrayar: Caifás en el fondo no estaba pensando en la nación sino en él, en su posición social, y en su familia. Hacía falta que muriese Jesús para que él y los suyos pudiesen mantenerse en donde estaban. Lo mismo de los del pueblo. Son los dueños de los cerdos los que defienden su seguridad. Y les importa muy poco la vida de aquellos hombres que sufren o la de sus familias.
El evangelio nos recuerda una vez más que para Dios la vida de la persona humana, especialmente la de las que sufren, tiene prioridad sobre cualquier otra intención, interés o lo que sea. Cuando está en juego la vida de una persona, no valen los cálculos ni los intereses egoístas.
(Fernando Torres, cmf, Ciudad Redonda)

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