domingo, 2 de julio de 2023

SER DIGNOS DE DIOS

 


El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá la recompensa que merece un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá la recompensa que merece un justo. Y cualquiera que dé aunque solo sea un vaso de agua fresca al más humilde de mis discípulos por ser mi discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.

Dios quiere que le amemos totalmente. Y la forma de hacerlo es amando a los demás. "Recibiéndolos" como quien recibe a Jesús. La entrega y el Amor al prójimo, es el verdadero camino que nos lleva a Dios llevando nuestra cruz.
"Desde que Dios nos pensó a cada uno de nosotros nos dio una dignidad especial, nada más y nada menos que ser Hijos suyos y ser imagen suya. Este es el traje más radiante que podemos vestir. No queremos estropear su obra, debemos cuidar no ensuciar esta vestimenta, mantener en nosotros la belleza y la grandeza que Dios puso sobre nosotros.
Este evangelio nos dice de qué manera ensuciamos nuestro traje original, nuestra dignidad originaria. Ensuciamos nuestra dignidad cuando ponemos nuestros quereres por delante de Dios.  Dejamos de ser dignos de su recompensa cuando no somos capaces de ver esa dignidad originaria en mi esposa, en mi esposo, cuando no se acogerlo como Lo que es, Mi ayuda adecuada, quien Dios pensó para mí, para que perdiendo juntos la vida, dándonos el uno al otro hasta el extremo, lleguemos juntos a ganar la Vida plena, la santidad.
Perdemos nuestra dignidad cuando exigimos a nuestro cónyuge ser como nos gustaría que fuera, y no lo acogemos como Dios lo soñó para mí. Ensuciamos nuestro traje cuando exigimos al otro cubrir nuestras carencias en lugar de dar nuestra vida para que el otro crezca.
El evangelio de hoy nos invita a perder la propia vida y recibir la de mi esposo/a, a mirarnos y vernos, como Dios nos ve. Queremos ser dignos de Dios, queremos amarnos con Cristo en la cruz."
(Reflexión de un  Matrimonio, 3 hijos, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar) Ciudad Redonda


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