jueves, 30 de mayo de 2024

NECESITAMOS VER

 


Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oir que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar:
– ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Muchos le reprendían para que se callara, pero él gritaba más aún:
– ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y dijo:
– Llamadle.
Llamaron al ciego y le dijeron:
– Ánimo, levántate. Te está llamando.
El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó:
– ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
 –Maestro, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
– Puedes irte. Por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús.


Somos una humanidad ciega. Mueren ahogados en el Mediterráneo y el Atlántico muchas personas que buscan una vida mejor. Viven de ocupas, o los echan fuera de casa, familias que no tienen para vivir. Hay largas colas en el banco de los alimentos. La sequía llena de hambre y de muerte extensas zonas de África. Enfermos que no tienen dónde acudir, porque en su país no hay Seguridad Social. Civiles inocentes, entre ellos niños, mueren cada día en Ucrania y en Gaza....Y nosotros no lo vemos. Somos ciegos o miramos hacia otro lado. Sólo nos miramos a nosotros mismos.
Hoy, más que nunca, debemos pedir a Jesús: Señor, haz que vea.
 
"Si el Señor te preguntara: “¿qué quieres que haga por ti? ¿Cuál sería tu respuesta? Piénsalo bien antes de contestar, porque tienes que saber que la fuerza de su gracia no tiene obstáculos, que su amor puede transformar las zonas más endurecidas de tu corazón.
En la secuencia del evangelio de hoy, el ciego de nacimiento le pide ver; mejor dicho, le gritaba, le suplicaba por encima de las voces que lo increparan para que callase. Lo hacía porque tenía fe en Jesús, y esa fe le llevó a la oferta de Jesús, al qué quieres que haga por ti.
También nosotros necesitamos aclarar la vista, como la del ciego Bartimeo, y nos oramos hoy con su petición: “Señor, que vea”. Y si el Señor nos pregunta: “¿qué quieres ver? “Podríamos contestarle: Señor, quiero ver la belleza de la vida, la bondad de todo lo creado, las miles de señales que me hablan de Ti. No quiero ser ciego a estas realidades. Quiero ver las posibilidades que me da la vida para ser feliz, para amar, para hacer el bien, para vivir cada día con toda la fuerza e intensidad posibles, siendo consciente de que cada vez que me despierto Tú me regalas un día para que lo disfrute a tope. Quiero ver lo positivo y lo mejor de mis hermanos.
El apóstol San pedro en la primera lectura de hoy nos recuerda que estamos llamados a mirar más allá: “vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.”
No permitas Señor que la tiniebla se instale cual catarata en mi retina emborronando todo lo que vea, destruyendo la alegría de mi corazón. Ayúdame a ver cómo tu ves: con amor, con compasión, con paciencia, con cariño, con mucha luz. Señor quiero ver, quiero verte."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

2 comentarios:

  1. Per dissort, no podem influir en aquells que envien els nostres diners transformats en armes per destruir els països.
    Quan compartim els nostres diners amb diverses ONG, donem una part de nosaltres mateixos. Ens donem.
    També en les recaptes d'aliments; en actes benèfics; a través de la d. de renda.
    I quan ens manifestem per causes justes, també ens donem.
    Però no podem aturar la guerra.
    Així es generen la pobresa i la necessitat i l'obligació de donar.
    No hi ha aturador.
    Una abraçada, Joan Josep, i gràcies per la felicitació. Llarga vida per a tu.

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