jueves, 18 de enero de 2018

ENTUSIASMABA A LA GENTE


 Jesús, seguido por mucha gente de Galilea, se fue con sus discípulos a la orilla del lago. Al oir hablar de las grandes cosas que hacía, acudieron también a verle muchos de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del lado oriental del Jordán y de la región de Tiro y Sidón. Por eso, Jesús encargó a sus discípulos que le tuvieran preparada una barca, para evitar que la multitud le apretujara. Porque había sanado a tantos, que todos los enfermos se echaban sobre él para tocarle. 
Y cuando los espíritus impuros le veían, se ponían de rodillas delante de él y gritaban:
– ¡Tú eres el Hijo de Dios! 
Pero Jesús les ordenaba con severidad que no hablaran de él públicamente."

Está claro que Jesús entusiasmaba a la gente. Este evangelio nos dice, que hasta los espíritus impuros lo aclamaban. ¿Por qué hoy Jesús no entusiasma a la gente? La respuesta es obvia: la imagen que nosotros damos de Él, es una imagen fría, desangelada, pobre. Porque somos nosotros, los cristianos, quienes debemos anunciar a Jesús a los demás. Aquellas gentes que lo seguían se entusiasmaban ante Él, porque lo experimentaban. Veían a alguien que curaba, que acogía, que liberaba...Alguien que sabía amar. Veían en Él el Amor encarnado.
Si nosotros, sus seguidores, en vez de imitarle, de seguirle en lo fundamental, nos quedamos en palabras, en ritos, en ideas...nunca lograremos que la gente se entusiasme por Él. No es el catecismo, la teología, lo que debemos transmitir, sino su vida, su amor. Y esto sólo lo lograremos si vivimos como Él. 


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