viernes, 26 de enero de 2018

LA SEMILLA DEL REINO


"Jesús dijo también:
- Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha. 
También dijo Jesús:
- ¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo; pero, una vez sembrada, crece y se hace mayor que cualquiera otra planta del huerto, y echa ramas tan grandes que hasta los pájaros pueden anidar a su sombra. 
De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como estas y hasta donde podían comprender. No les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte."

El otro día leíamos la parábola del sembrador. Nos presentaba al Padre como al sembrador. Hoy nos dice, que todos somos sembradores. Y lo más importante, que siempre sembramos. Y no con palabras, sino con nuestra vida. Sembramos con nuestro ejemplo en el día a día. Sembramos al educar a nuestros hijos, al aconsejar a nuestros amigos. Sembramos con nuestra amabilidad en el trabajo.
El fruto no depende de nosotros. El grano brota sin nuestro concurso. La siembra es una labor callada, y el crecimiento del Reino es algo imperceptible, pero que se hace inmenso; porque el crecimiento depende de Dios, no de nosotros.   


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