miércoles, 25 de diciembre de 2019

LA PALABRA SE ENCARNÓ



"En el principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla. 
Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió  como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo. 
Aquel que es la Palabra estaba en el mundo, y aunque Dios había hecho el mundo por medio de él, los que son del mundo no le reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no le recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron en él les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. 
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único recibió del Padre. Juan dio testimonio de él diciendo: “A este me refería yo cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo.” 
De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer."

La Palabra se hizo carne. Y lo hizo en un establo. Los pastores, los más sencillos, fueron los que lo recibieron.  Es la lección de cada Navidad, que siempre olvidamos. A Dios lo encontramos en los más pobres, en los que sufren, en los olvidados, en los perseguidos...Pero sólo desde un corazón sencillo podemos verlo.
"La liturgia de hoy, la de la misa del día, como la más solemne –porque otra es la de la media noche–, proclama el prólogo del evangelio de Juan. Un texto bien solemne, y muy especial. Haríamos mal en leerlo como cualquier otro de los relatos evangélicos de la Navidad, en torno al nacimiento de Jesús, como los evangelios de la infancia. El texto de Juan pudo ser escrito treinta años más tarde, el último de entre los textos evangélicos hoy canónicos, en torno al año 100 d.C. Entenderlo como un relato «descriptivo» que nos trasmite información sobre «cómo sucedieron las cosas», información transmitida a Juan evangelista como por revelación directa, sería un error. Hoy la ciencia bíblica enfoca este texto con otra luz, conoce mejor su naturaleza y sabe que se trata de otra cosa.
En todo caso, es un texto clave, uno de los pocos textos de los que se puede decir que han sido sencillamente decisivos para la configuración concreta del desarrollo del cristianismo. Muchos opinan que fue Pablo el creador del cristianismo, más que los evangelios sinópticos por ejemplo. Otra opinión también común es la de que quien fundó el cristianismo fue en realidad Juan, al fundamentarlo con esta visión fantástica genial que nos entrega este texto, que catapultó la reflexión sobre Jesús a su máxima dimensión.
Más allá de lo que de este texto hubiera de ser retenido o no, la dimensión de encarnación que daría al cristianismo lo ha marcado, realmente. Encarnación, y su complemento, la divinización, son como una columna vertebral del cristianismo, y una de las marcas registradas de su espiritualidad y su compromiso histórico.
En la dimensión concreta de la historicidad, ya sabemos: no tenemos ninguna noticia histórica de la fecha del nacimiento de Jesús. El 25 de diciembre fue tomado de la fiesta romana del nacimiento del Sol, pues a partir de ese día –hoy sabemos que no exactamente– comienza a aumentar el tiempo de insolación (en el hemisferio norte, obviamente, y lo contrario en el sur); el Sol en estos días superaba su período anterior invernal, de muerte y disminución. Si a Jesús se le llamaba «el Sol de Justicia», qué mejor fecha para datar su nacimiento que el día del re-nacimiento del Sol astronómico, que en el mundo romano era considerado divino.
Puede ser interesante tener la curiosidad de examinar la letra de algunos de los «villancicos» tradicionales más comunes. Podrá observarse que en muchos casos su letra, en verdad, es teológicamente pobre, y a veces, racionalmente insostenible. «¡Pero funciona!», es decir: en el sentimiento religioso, la racionalidad no es lo decisivo... Lo religioso es pluridimensional; es también afectivo, estético, fruitivo, contemplativo... y sí, claro, también intelectual y racional, pero no sólo, ni fundamentalmente.
Pero hoy, día de Navidad, manda el Niño Jesús, y el niño que llevamos dentro cada uno de nosotros. Démosles libertad completa." (Koinonía) 



1 comentario:

  1. Molt bones festes, Joan. A casa hem celebrat la nit de Nadal com a Polònia: llegint l'evangeli abans del sopar (un sopar de 12 plats, un per a cada apòstol), amb una litúrgia de pa d'àngel per desitjar-nos el millor, amb missa del gall després. No ha estat una celebració tan despersonalitzada com les que acostumàvem a fer, ha valgut la pena (tot i que amb tants plats, tenim la nevera plena almenys per una setmana!)
    Una abraçada!

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