lunes, 25 de mayo de 2020

EL ANACORETA Y LA LOTERÍA


Discutían un grupo de visiantes por qué Dios no respondía a todas sus peticiones. Unos decín que era porque pedíamos cosas que no nos convenían; otros que era inútil pedir porque Él ya sabe lo que necesitamos; otros, que Él no interviene directamente en este mundo...
El Anacoreta, que los escuchaba, se acercó a ellos con una sonrisa pícara y les dijo:
- Recuerdo una historia que leí un día y que, precisamente, viene al caso. Un rabino anciano, que acababa de jubilarse, más pobre que una rata, bastante pachucho de salu, recurrió al Señor con estas palabras: "Señor del Universo. Sabes que siempre te he servido con fidelidad y entrega y con el más absoluto desinterés. Ahora me encuentro solo, lleno de achaques, sin recursos y sin ningún tipo de asistencia. Te lo ruego, haz que me toque la lotería y así resolveré mis problemas". Pero no recibió respuesta. Él siguió insistiendo: "Señor, tal vez no me has comprendido bien. No te pido la luna. Lo único que quiero es que me toque la lotería. En el fondo, ¿qué te cuesta a ti? Tú lo puedes todo, y yo me encuentro en unas condiciones tan lastimosas...". Pero todo fue en vano, la lotería no le tocaba. Así que protestó enérgicamente: "¡Señor del Universo, me has decepcionado! Me pregunto, qué valen ante ti tantos años empleados en tu causa, si no me concedes ni siquiera la pequeña recompensa que te pido...Perdona, pero así no se hacen las cosas...No es muy amable de tu parte. No creo haber merecido que me trates de este modo, puesto que tú eres justo...En el fondo, tan solo te pedía un pequeño premio en la lotería". En ese momento se escuchó una voz entre irónica y molesta: "Siervo mío fiel y gruñón. Yo ya quiero ecuchar tu deseo y hacer que te toque la lotería, ya que tanto lo deseas. Pero...hijo ¡compra por lo menos un décimo de lotería!"
Y mientras los discípulos reían, el Anacoreta se alejó murmurando:
- Si nosotros no ponemos de nuestra parte lo que hay que poner, ¿cómo va a escucharnos Dios?

1 comentario:

  1. "Siervo mío fiel y gruñón. Yo ya quiero ecuchar tu deseo y hacer que te toque la lotería, ya que tanto lo deseas. Pero...hijo ¡compra por lo menos un décimo de lotería!"
    Y mientras los discípulos reían, el Anacoreta se alejó murmurando:
    - Si nosotros no ponemos de nuestra parte lo que hay que poner, ¿cómo va a escucharnos Dios?

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