martes, 10 de mayo de 2022

JESÚS Y EL PADRE SON UNO

 


 Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente." Jesús les respondió: "Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

 Jesús nos vuelve a decir que Él nos guía. Que si queremos ser sus discípulos hemos de escuchar su voz. Y Él nos habla de mil maneras, a través de los demás, de los más pobres, de mil circunstancias. ¿Sabemos escucharlo?¿Sabemos mirar las cosas con otros ojos? Porque sólo llegaremos al Padre, si no a través de Jesús. Ese Jesús presente en el otro, en el pobre, en el perseguido, en el que sufre...Ahí encontraremos al Padre.

"La pregunta de los judíos a Jesús es tendenciosa: si responde afirmativamente, lo acusan de blasfemo; si lo niega, desdice de su identidad y misión. Por eso, invita a los judíos a mirar a las obras que revelarán su labor mesiánica. Lamentablemente, hoy, las palabras están perdiendo valor y densidad: hay tantos líderes políticos, religiosos y sociales hablando y prometiendo, que ya no les creemos. Necesitamos ser testigos que demuestren con hechos concretos el involucramiento y compromiso con el amor. De hecho, la vida de los profetas, mártires y santos es la que habla por ellos: por eso son referentes para la comunidad. Si lográramos callarnos un poco para hacer más, nuestra vida y acciones revelarían quiénes somos. El mundo sería un poco mejor, habría más confianza y credibilidad, si viviéramos lo que predicamos. Dice la Biblia que la palabra, el dabar, se realiza luego de pronunciada: aprendamos a hablar después de actuar, para no dejar en suspenso una palabra que no sabemos si lograremos realizarla. ¡Seamos personas de Palabra! " (Koinonía)

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