domingo, 12 de noviembre de 2017

LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS


"El reino de los cielos podrá entonces compararse a diez muchachas que, en una boda, tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no tomaron aceite de repuesto; en cambio, las previsoras llevaron frascos de aceite además de las lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les entró sueño a todas y se durmieron. Cerca de medianoche se oyó gritar: ‘¡Ya viene el novio! ¡Salid a recibirle!’ Entonces todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dadnos un poco de vuestro aceite, porque nuestras lámparas van a apagarse.’ Pero las muchachas previsoras contestaron: ‘No, porque entonces no alcanzará para nosotras ni para vosotras. Más vale que vayáis a donde lo venden y compréis para vosotras mismas.’ Pero mientras las cinco muchachas iban a comprar el aceite, llegó el novio; y las que habían sido previsoras entraron con él a la fiesta de la boda, y se cerró la puerta. Llegaron después las otras muchachas, diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’ Pero él les contestó: ‘Os aseguro que no sé quiénes sois.’ 
Permaneced despiertos –añadió Jesús–, porque no sabéis el día ni la hora."

Jesús nos dice que hemos de estar preparados. Debemos tener aceite. Hoy nos diría, las baterías cargadas. Las diez vírgenes eran elegidas; pero sólo cinco estaban preparadas en el momento decisivo.
Todos hemos sido llamados a las Bodas, al Reino. Pero no todos estamos preparados para encender nuestras lámparas en el momento que llegue el "novio", para entrar a las bodas con Él. De entrada, la actitud de las cinco prudentes puede parecernos egoísta; pero sucede que el "aceite" no puede repartirse. Podemos compartir el dinero, pero nuestra vida sólo podemos vivirla nosotros. Cada uno ha de hacer su reserva de "aceite". Cada uno vive su vida de entrega, de amor, de lucha por la justicia. Y eso no podemos traspasarlo a los demás.
Lo que sí se nos exige, es tener nuestras lámparas encendidas. Iluminar a nuestro alrededor para que los demás recuerden, que ellos también deben ser luz.
Y esto no podemos dejarlo para el último momento. No sabemos ni el día ni la hora, y corremos el riesgo de encontrarnos con nuestras lámparas apagadas y sin aceite para encenderlas.




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