"Después de esto regresaron a Jerusalén, y mientras Jesús andaba por el templo se acercaron a él los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, y le preguntaron: 
 – ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado la autoridad para hacerlas? 
Jesús les contestó: 
 – Yo también os voy a hacer una pregunta: ¿Quién envió a Juan a bautizar: Dios o los hombres? Contestadme. Si me dais la respuesta, yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 
Ellos se pusieron a discutir unos con otros: “Si respondemos que lo envió Dios, va a decir: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’ ¿Y cómo vamos a decir que le enviaron los hombres?..." Y es que tenían miedo de la gente, pues todos creían que Juan era verdaderamente un profeta. Así que respondieron a Jesús: 
 – No lo sabemos. 
 Entonces Jesús les contestó: 
 – Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas."
Los sacerdotes y maestros de la ley están enfadados con Jesús porque ha expulsado a los mercaderes del templo. ¿Con qué autoridad lo has hecho? le preguntan. Jesús les responde con otra pregunta. Sacerdotes y maestros de la ley no pueden responder, porque son conscientes de que obran mal.
Puede extrañarnos, que Jesús siempre se muestra acogedor y misericordioso, y sin embargo, lo vemos, a veces, muy duro con los sacerdotes, los maestros de la ley y los fariseos.
Lo que hace que Jesús se muestre así, es que ellos hacen el mal conscientemente y no lo quieren reconocer. No se puede perdonar a quien no quiere ser perdonado. No se puede acoger a quien no quiere ser acogido. No se puede ver la luz de Jesús si nos ponemos gafas negras.
Todos hacemos cosas que están mal. Jesús nos pide que lo reconozcamos y que pidamos perdón. 

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