miércoles, 20 de abril de 2022

CORAZONES QUE ARDEN




Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

 Ayer, María Magdalena encontraba a Jesús en la soledad y lo reconoció cuando la llamó por su nombre. Hoy los discípulos de Emaús lo encuentran en comunidad y lo reconocen al partir el pan. Pero en ambas ocasiones, corren a anunciar a los apóstoles que lo han encontrado. 
Son las dos formas como encontraremos a Jesús. En nuestro interior, mirando lo que nos ocurre y descubriendo que Él nos llama por nuestro nombre. O en comunidad, al partir el pan. Cuando decimos que la espiritualidad es algo íntimo y personal, sólo decimos la mitad de la verdad. Porque la fe, hemos de vivirla en comunidad. De ahí la importancia de la Eucaristía, que no sólo es intimidad, sino, también compartir con los demás. La Fe es para anunciarla. Es lo que hace Maria Magdalena y es lo que hacen los discípulos de Emaús. Correr a anunciar lo que acaban de descubrir, de vivir...Nosotros, tenemos que hacer lo mismo. Hemos de comunicar el fuego que arde en nuestros corazones...

"El encuentro personal con el Resucitado provoca cambios, transforma el mundo y nos ayuda a madurar en la fe. Caminar con Jesús, hablarle de nuestras angustias y frustraciones, dejando que nos aliente con su Palabra y que comparta el pan en nuestras mesas, nos permite renovar la mente y el corazón. No es lo mismo que otros nos cuenten su experiencia con Jesús; es necesario el encuentro personal con él. Los discípulos de Emaús cambian su actitud y ahora con esperanza renovada reconocen que no todo está perdido. Es la misma experiencia del paralítico, quien se ha encontrado con Jesús Resucitado en la palabra y la fe compartida de Pedro y Juan. No solo se trata de “caminar”, se trata de vivir la novedad de quien ha superado todas las “parálisis” personales y sociales. Se hace necesario fortalecer nuestro encuentro personal y comunitario con el Resucitado para que pueda sanar nuestras parálisis (provocadas o impuestas). ¿Has experimentado la presencia de Jesús en tu caminar? ¡Déjate encontrar por él! " (Koinonía)

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