viernes, 1 de abril de 2022

SUPERAR LOS PREJUICIOS

 


En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Nos cuesta ver a Dios en el prójimo por nuestros prejuicios. Clasificamos y juzgamos a los otros con mucha facilidad. No nos damos cuenta de que, muchas veces, lo que hacemos, es proyectar nuestros defectos en los demás. Si nos esforzamos en mirar con amor a los demás, veremos que amar a Dios y amar al prójimo, son el mismo mandamiento.

"¿Por qué Jesús tiene que morir como un fracasado? Dios lo entiende de un modo nuevo y diferente: para él, morir no es siempre fracasar, y vivir no es siempre tener la victoria. En él, la vida está en función de cuánto aporta, qué ofrece y cuál es el legado que deja para las nuevas generaciones. Cuando comprendemos esto dejamos a Dios entrar en nuestra mente y corazón. Jesús echó a andar un proyecto que de por sí parece destinado al fracaso: “morir para vivir”. Esta Vida Nueva la encarnan las personas «cercadas por olas mortales», envueltas por «las redes del abismo», o «por lazos de la muerte”; personas indefensas que solo tienen una opción: confiar en la misericordia de Dios y salir cantando «El Señor es mi fortaleza, mi roca, mi alcázar, mi fuerza salvadora, el baluarte de los que se acogen a Él». ¿De dónde viene la fuerza de nuestros proyectos y los esfuerzos que hacemos por el Reino? ¡Sé signo providente de Dios para quien te necesita!" (Koinonía)

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