sábado, 9 de abril de 2016

SOY YO


"Al llegar la noche, los discípulos de Jesús bajaron al lago, subieron a una barca y comenzaron a cruzarlo en dirección a Cafarnaún. Era completamente de noche, y Jesús todavía no había regresado. En esto se levantó un fuerte viento que alborotó el lago. Ellos, cuando ya habían recorrido unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús que se acercaba a la barca andando sobre el agua y se llenaron de miedo. Él les dijo:
– ¡Soy yo, no tengáis miedo!
21 Entonces quisieron recibirle en la barca, y en un momento llegaron a la orilla adonde iban."

Tras la multiplicación de los panes y peces de ayer, Jesús se ha retirado solo a la montaña para orar. No quiere que le hagan rey. Los discípulos cruzan el lago y el viento alborotó el agua. Nosotros, en el barco de la Iglesia o el de nuestra vida, nos encontramos en una sociedad alborotada y revuelta, por la que cuesta navegar. Jesús no nos deja solos. Se acerca a nosotros, pero, como los discípulos, tenemos miedo al verlo, porque no lo reconocemos. Jesús no se nos presenta como esperaríamos. Esperamos encontrarlo en la oración, en la misa, y, sin embargo, se presenta en el refugiado, en el pobre, en el enfermo. Ha de decirnos, soy yo, no temáis, para que podamos reconocerlo. Hemos de reconocer su Palabra, para saber encontrarlo donde siempre ha estado: en el corazón del hombre. Cuando lo reconozcamos se hará la paz en nuestro espíritu y tocaremos tierra; llegaremos a donde nos dirigíamos.   

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