martes, 27 de febrero de 2018

¿FARDOS INÚTILES?


"Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
- Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros. 
Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido."

En nuestro interior todos llevamos un fariseo. Exigimos a los demás lo que nosotros no hacemos. Nos gusta ser importantes, que nos alaben y nos coloquen en los primeros puestos.
Jesús nos pide que seamos sencillos. Que no nos consideremos maestros, sino discípulos. Que busquemos los últimos lugares.
Pero, sobre todo, que no impongamos a los demás lo que nosotros no podemos llevar. Al contrario, debemos ayudar a los demás a que su carga sea ligera. Y esto sólo se consigue con el amor. A la religión le sobran normas y ritos y le falta vida y amor. Es más fácil cumplir un mandato, que entregar nuestra vida a los pobres, dar de comer, vestir al desnudo, luchar por la justicia...Pero este Amor es el que de verdad nos acerca a Dios. 



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