jueves, 2 de abril de 2020

EL ANACORETA, EL LAGO Y LA CHARCA


Aquel buen hombre estaba triste y desesperado. Cuanto más se examinaba, menos cualidades se veía. Le habría gustado ser un predicador de verbo encendido y se cortaba cuando hablaba en público. Quizá podría haber escritos libros estupendos de espiritualidad, pero no se le ocurría nada ante la página en blanco. Su carácter no era precisamente afable y atrayente...
- ¿Cómo puedo mostrar el Señor a los otros con tan pocas cualidades?
Lo miró el Anacoreta con simpatía. Luego, no me preguntéis cómo ya que estaban en el desierto, lo llevó a orillas de un precioso lago.
- ¿Qué ves? - le preguntó el Solitario.
- Un paisaje maravilloso. Un lago junto al que me gustaría vivir - respondió el visitante.
Luego, tampoco me preguntéis cómo, el Anacoreta llevó al hombre junto a una charca  de aguas sucias y pestilentes.
- ¿Qué ves? - volvió a preguntarle...
- Una charca  de aguas sucias en las que se refleja la luna - respondió el hombre.
Rió el Anacoreta, y pasándole el brazo por la espalda, le dijo:
- En el lago también se reflejaba la luna. Pero era tal la belleza del conjunto, que no te fijaste. Lo mismo pasa con los grandes predicadores. Uno queda prendado de las bellas palabras que pronuncian. O de los bellos libros de los escritores; pero no ven lo más importante: Dios reflejado en esas palabras y en esos libros.
Lo miró con simpatía y añadió:
- Tu eres como la charca. Quizá no hablas ni escribes bien. No eres un bello paisaje, pero todos verán a Dios reflejado en ti, porque eres una buena persona. Anda. No te preocupes. Sé charca y refleja la luna...
Y el buen hombre se fue más contento que unas castañuelas... 

1 comentario:

  1. "...Y el buen hombre se fue más contento que unas castañuelas... i aquell Bon Home s'en va anar més content que un jíngol... !"

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