sábado, 4 de abril de 2020

EL ANACORETA Y LA ACEPTACIÓN


Durante la noche se desencadenó una tempestad de arena en el desierto. Cuando, tras rezar los Maitines, amaneció, vieron los dos Solitarios que su huerto había quedado cubierto de arena. Se lamentó amargamente el discípulo de lo ocurrido. El Anacoreta puso una mano sobre su hombro y le dijo:
- No ganamos nada con quejarnos. Hay que aceptar lo inevitable.
- ¿Pero, resignarse no es condenarse a la inacción? - preguntó el discípulo.
- He dicho aceptar; no, resignarse. - respondió el Anacoreta - Bertran Rusell, que no era precisamente un creyente, citaba una frase atribuida a San Francisco de Asís: "Deberíamos pedir al cielo sólo tres cosas: Valor suficiente para aceptar todo aquello que no puede cambiarse. Coraje para cambiar aquello que podemos cambiar. Inteligencia suficiente para no confundir lo uno con lo otro."
Miró sonriendo al discípulo y añadió:
- Aceptemos pues, que nada podíamos contra la tempestad de arena y pongámonos manos a la obra para recuperar lo que podamos de nuestro huerto...Eso es aceptar. Ni lamentarse, ni resignarse y quedarse con los brazos cruzados sirve para nada.
Y se fueron ambos a buscar las herramientas para trabajar en el huerto...

(Dedicado a todos los políticos, periodistas y gente del pueblo, que en estos días de pandemia se dedican a buscar culpables, que siempre son los otros, a quejarse, a verlo todo negro, en vez de poner manos a la obra y juntar fuerzas para solucionar todo lo que se puede solucionar. También a aquellos que, bajo una falsa espiritualidad, se quedan sin hacer nada mirando al cielo.)

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