domingo, 28 de febrero de 2016

INVITACIÓN A CONVERETIRSE


"Por aquel mismo tiempo fueron unos a ver a Jesús, y le contaron lo que Pilato había hecho: sus soldados mataron a unos galileos cuando estaban ofreciendo sacrificios, y la sangre de esos galileos se mezcló con la sangre de los animales que sacrificaban.
Jesús les dijo:
- ¿Pensáis que aquellos galileos murieron así por ser más pecadores que los demás galileos? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis. ¿O creéis que aquellos dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima, eran más culpables que los demás que vivían en Jerusalén? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis.
Jesús les contó esta parábola: Un hombre había plantado una higuera en su viña, pero cuando fue a ver si tenía higos no encontró ninguno. Así que dijo al hombre que cuidaba la viña:
- Mira, hace tres años que vengo a esta higuera en busca de fruto, pero nunca lo encuentro. Córtala. ¿Para qué ha de ocupar terreno inútilmente?
Pero el que cuidaba la viña le contestó:
- Señor, déjala todavía este año. Cavaré la tierra a su alrededor y le echaré abono. Con eso, tal vez dé fruto; y si no, ya la cortarás."

En tiempos de Jesús, como hoy muchas personas, creían que Dios enviaba la desgracia sobre los pecadores.  Jesús les quita esa idea de la cabeza y les hace ver que todos somos pecadores y que Dios espera con paciencia nuestra conversión.
La palabra pecado y pecador no están de moda en nuestros días. Pero si miramos a nuestro alrededor, vemos el pecado: acumulación de dinero en detrimento de la mayoría. Guerras fratricidas. Abuso del Norte a los pueblos del Sur. 
Y si nos miramos a nosotros, cada uno sabe las injusticias que comete y cómo nos dejamos llevar por nuestro egoísmo.
En este evangelio Jesús nos llama a la conversión: "Si no os convertís, moriréis". No se trata de la muerte física, si no de la muerte a la vida. Si no nos convertimos nuestra vida no es vida. Porque para Jesús, la verdadera vida es la que se entrega, la que se vive para los demás. 
Jesús nos cuenta la parábola de la higuera estéril. Primeramente nos dice, que Dios es paciente. No arranca la higuera. Esta parábola también nos indica, que la conversión no es cosa de un momento. "Déjame un "año". La cavaré, la regaré". La conversión es un trabajo del día a día. Cada mañana, al levantarnos, deberíamos tener unos momentos de meditación para prepararnos a "vivir" con plenitud el día. Cada noche, antes de irnos a dormir, deberíamos dedicar otros momentos de meditación, para examinar como ha transcurrido el día, en qué hemos fallado y qué debemos cambiar. Ese es el trabajo diario de conversión.
Sé que más de uno se ha sonreído y ha pensado que esto es imposible, que no tenemos tiempo. Sin embargo cada día hay más personas que se levantan y van a correr un rato, antes de empezar las actividades cotidianas. ¿No podemos dedicar un tiempo a meditar?¿Por qué no meditamos mientras corremos? Un tipo de meditación oriental se hace caminando. El tiempo está ahí si sabemos emplearlos, si tenemos ese deseo de convertirnos. 
Convertirse es vivir conscientemente. Así, seguro que damos frutos.




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