domingo, 7 de febrero de 2016

MAR ADENTRO


"En una ocasión se encontraba Jesús a orillas del lago de Genesaret, y se sentía apretujado por la multitud que quería oír el mensaje de Dios. Vio Jesús dos barcas en la playa. Estaban vacías, porque los pescadores habían bajado de ellas a lavar sus redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca y comenzó a enseñar a la gente. Cuando terminó de hablar dijo a Simón:
– Lleva la barca lago adentro, y echad allí vuestras redes, para pescar.
Simón le contestó:
– Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, puesto que tú lo mandas, echaré las redes.
Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que les faltaba poco para hundirse. Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo:
– ¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!
Porque Simón y todos los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho. También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:
– No tengas miedo. Desde ahora vas a pescar hombres.
Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús."
Hoy nos encontramos a Jesús junto al lago. Tras enseñar a la gente, le pide a Pedro que reme mar adentro. Y sobreviene una gran pesca, cuando en toda la noche no habían pescado nada. 
El domingo pasado Jesús habla en una sinagoga y los que lo escuchan, no lo aceptan; quieren despeñarlo. Hoy, habla junto al lago, sentado en una barca. Todos le escuchan y lo aceptan. La Palabra de Dios penetra mejor desde la sencillez, desde la vida cotidiana, que desde los templos y las grandes ceremonias.
Jesús pide algo más: rema mar adentro. Quiere que dejemos nuestras rutinas y comodidades y nos adentremos en el mar incierto. La pesca es espectacular. Pedro cae a los pies de Jesús y se declara pecador. Jesús no lo rechaza. Lo acoge y le dice que no tenga miedo. Ahora que se considera pecador, puede ser pescador de hombres. Porque a las personas no se las gana desde la superioridad, sino cuando nos consideramos iguales a ellas. La Iglesia que convence es la Iglesia pecadora, no la Iglesia triunfante y poderosa. La Iglesia que sabe mancharse con el barro de la vida. La Iglesia que se pone al nivel del hombre.
Jesús nos muestra, que Dios no es ese dios vengativo y terrible que tantas veces se nos ha predicado. Es un Dios que nos levanta y que, precisamente porque somos pecadores, nos acoge y nos anima a salvar a los otros.
Sólo si somos capaces de remar mar adentro y considerarnos pecadores, nos decidiremos a dejarlo todo y seguirlo. 




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